nada que olvidar
Cuánto importa entonces perderse, perderse en los laberintos de la memoria, en el tiempo de los otros, en lugares donde nadie quiso estar. Perderse en la invención, cuestionar la realidad, dejarse llevar dentro de los pensamientos de los otros, de una misma. Cuánto cuesta navegar por mares donde son otras voces las olas, donde lo inesperado es lo expectante.
Intentamos recordar una y otra vez quiénes somos, quiénes fuimos, dónde estuvimos, qué hicimos en ese momento fatídico, qué hicimos en ese momento acertado, repetir o no repetir… Recordamos para redimir la culpa, para decidir olvidar, para acercarnos más a aquello que más nos cuadre con la realidad que construimos cada día. Dónde está lo cierto, ¡cómo aferrarse a una certeza!
Recordamos para hacer volver a las personas amadas, para resucitar las memorias que son causa de nuestras intenciones actuales, para justificarnos. Recordamos intentando buscar aquel momento feliz cuando nos parece que lo hemos perdido, para pretender saber más, para entender el presente.
Recordamos seleccionando los recuerdos, los adornamos, los vestimos, desvestimos, nos mentimos, nos metimos, en aquel lugar donde nunca quisimos, meternos.
Recordamos a voz en grito aquellos momentos que levantan la risa, aunque en el fondo algo de ellos nos duele, la vergüenza o tal vez la felicidad pasada. Dejamos que los otros mientan, reconstruyendo así el recuerdo, haciéndolo mejor. ¡Qué es si no la complicidad!
Nos mentimos recordando, borramos, dibujamos, volvemos a borrar, pintamos encima. Quién quiso recordar cuando tanto le costaba olvidar. Y el olvido, no es otro más que un recuerdo tachado, ya te he olvidado- me dijo un día mirándome a los ojos. ¿Es eso posible? ¿Matarme mientras aún puedes notar el eco de mi respiración? ¿mientras piensas en lo sucedido? Me dije yo- recuerda… Ya te he olvidado, ya no estás en mi cabeza, no estás en mi hoy, no estás ya. ¿No estoy? ¿Y qué soy entonces para ti en este momento? Un recuerdo, un instante, un sucedáneo de algo que pude saborear, algo que ya no volverá jamás.
Qué soy entonces en su cabeza, señoras, señores, más que un recuerdo aún estando aquí presente. Qué soy si en el momento de su olvido paso a ser pasado y tal vez un recuerdo vivo. Qué soy si son capaces de nombrarme, de mencionar aquello que fui, aquello que han olvidado. ¿Olvidan
acaso? ¿ Es eso posible?